Si hay una época que nos hace inmensamente felices es la decembrina. La francachela y la comelona son, sin lugar a dudas, el mayor símbolo de unidad y camaradería que existe entre las familias. A diario, durante el último mes del año las invitaciones van y vienen, las niñas y niños se ven correr despavoridos por el suelo asfaltado de los barrios como si estuvieran a punto de perder la cita más importante de su vida; y claro, no quieren faltar a ninguna de las novenas, que con ahínco han ido estudiando y cronometrando con la intención de hacerlas todas; muchos y muchas no lo entienden, pero ahí está su posibilidad mágica de llevarse a casa el botín completo, los bolsillos llenos de dulces y las manos repletas de buñuelos y natilla. No cabe duda, esta es una época para compartir, o al menos así nos lo enseñaron en este pueblo del sur del Huila, el querido y siempre enigmático garzoncito.

Y es que quienes habitamos este pueblo, siempre nos hemos caracterizado por vivir las fiestas en familia… pero es que aquí, la familia es el barrio, los abrazos van y vienen, se comparten la copa y se intercambia la comida, incluso en ocasiones van de casa en casa saludándose sobre el saludo, es decir, se inventan cualquier excusa para retomar la charla con el vecino o la vecina, y de paso invitarle a amanecer al compás de los 50 de Joselito y los 14 cañonazos. Esto es tradición y como ustedes saben la tradición no se rompe… pensemos en los árboles de navidad llenos de luces y los regalos que no son regalos sino cajas envueltas en vistosos papeles multicolores adornando las ilusiones de la infancia; pensemos en las infaltables reuniones con todas la familia, los primos, las primas, algunas personas conocidos y otras no tanto, en una misma casa corriendo de un lado a otro, pidiendo un poco más de noche buena; pensemos en los típicos tíos bullosos, echando chistes malos, mientras brindan entre ellos por tenerse un año más; pensemos en esos 31 de lágrimas y abrazos diciéndonos y repitiendo en silencio… este sí será mi año; pero todo esto, siendo responsables, ya no deberá ser.

En este 2020 nos cambiaron el mundo, ahora mismo las reglas son distintas y lo que en algún momento fue, determinantemente cambió. La llegada de la Covid 19 nos obligó a tomar un camino que, además de insospechado, es el resultado de lo inaceptable; sin embargo, las condiciones y las tempranas despedidas de esos seres que amamos nos llevaron a tomar un poquitico de conciencia, tanto así que al inicio de todo este revuelo de ciencia ficción nadie salía, la casa era el lugar preferido para pasar el tiempo y el lema: “sí me cuido te cuido”,  prácticamente se volvió una suerte de ley; pero digo al principio, porque con el tiempo nos acostumbramos, y la expresión “Nueva normalidad” tomó tanta fuerza que el respeto por aquel virus extraño y desconocido se transformó en reto; se desconocía el panorama, se atribuyó al Gobierno Nacional un complot de dominación mental mundial por medio del miedo, la manipulación y simplemente despojaron su rostro del cubre-bocas y se fueron de frente a respirar hondo en cada esquina que visitaban. De allí los números “locos” que tenemos, esa montaña rusa de contagios, de casos asintomáticos y personas no enfermas, que ni con el millar de pruebas aplicadas hemos logrado identificar… Hoy todo es incierto. Adriana Rodríguez, por ejemplo, hizo de su casa un fortín, aprendió en medio de la pandemia a conocerse, a ser más austera, entendió las dinámicas de su familia, volvió a la mesa, jugó, habló y como casi nunca antes pasaba, pudieron ver, sin ningún tipo de afán, la película que se habían prometido años atrás; tal vez esto resultado de su clase media. Sin embargo, hay otra cara, y es menos agradable, la viven un centenar de personas menos favorecidas. En Garzón nunca se detuvo Don Jaime, vigilante, inventado de los vehículos que se parqueaban afuera de la iglesia de Nazareth, sin ninguna tarifa fija y dado a la bondad de la gente ha sacado a su familia adelante, en tiempos de soledad urbana su trabajo cesó y luego lo vimos vendiendo limones de puerta en puerta… el mundo se ve tan distinto desde los ojos de otras personas.

Sin lugar a dudas, hay una gama universal de gentes y casos por explorar; sin embargo, no todo es tan malo, por fortuna. Algunas personas, a costa de todo, decidieron guardar compostura, mantener y usar los protocolos de Bioseguridad; es que si nos vamos por la sinceridad completa, hubo un momento de esta particular historia donde pensamos que estábamos al interior de una suerte de Garzón Salvaje… caso contrario al de Adriana, muchas personas, literalmente, perdimos la noción de la vida y el encierro nos despojó mínimamente de la razón; sin embargo la hemos ido recobrando lentamente, y eso lo reafirmamos con un par de respuestas obtenidas de la pregunta… ¿Cómo piensa celebrar el diciembre de este año pandémico?

A salud de quienes dijeron que en casa, con tranquilidad, y con la familia con la que han estado atravesando este inusual sucesos; Rosa Amaya, residente del barrio el progreso, con una seguridad infundada en sus ojos y en una voz que no titubea, se da licencia para dudar, señala que la mejor manera de pasar sus fiestas navideñas es con quienes hacen parte de su hogar, quienes tiene cerquita… incluso su cara amarga y ruda, se vio atravesada por una sonrisa cómplice y unos ojos tristes diciendo: “ya cancele a los de afuera, que me extrañen un tiempito más”.

Otras personas, por el contrario, han dejado que el sentimiento les gane y tienen todo listo para hacer la fiesta de la vida… o tal vez, de la despedida al otro mundo, si lo vemos de manera crítica y sincera. Pues han determinado que es tiempo de reunirse, de abrir las puertas y ventanas de su casa para que entre y salga la marea de ese anhelado y esperado sentir decembrino; al final, quiénes somos para intentar convencerles y detenerles de que su acto, siendo “bondadoso”, puede ser el paso definitivo para no verse nunca más.

Ancisar Rojas, habitante de la parte periférica del municipio, con el pecho inflado y el orgullo a punto de salirse por la boca, afirma que en su casa – finca hay mucho aire, que el covid no tiene manera de llegar a él y que la vida es hoy y el mañana incierto, frase certera. pero poco responsable en estos tiempos. Sin reparo, alguno nos contó sobre el sonido que tiene preparado, el gasto importante en licor que ya hizo, la abundante comida que tiene prácticamente lista, cómo está esperando a toda su familia y a quien quiera unirse… remata la charla con una expresión célebre entre los del pueblo: “muchachos, de algo nos tenemos que morir, entonces que sea felices al menos”.

Estas respuestas en realidad son más normales de lo que creemos. Por eso hemos decidido apoyarnos en el discurso serio y responsable del médico Juan Camilo Barrios, él está completamente seguro de que el regalo más grande que nos va a dejar diciembre, en caso de no cuidarnos y tomar la decisión de activar el modo fiesta, será un aumento sustancial de contagios por covid, y por qué no, de decesos.

Entonces, ¿cómo sobrevivir a diciembre y no morir en el intento?

Primero, recuerde que el coronavirus no se ha ido y aún está presente, por eso es importante no bajar la guardia y usar diariamente los elementos de protección personal. La mascarilla y el tapabocas combinado con caretas o monogafas deben ser sí o sí, nuestros mejores aliados para la época, un outfit distinto pero vanguardista, que reduce hasta en un 90% el riesgo de contagio.

Segundo, la salvación está literalmente en nuestras manos. Por eso, es imprescindible que cada 2 horas visitemos el baño y le demos una ducha profunda a nuestros dedos, falanges y palmas… ¿muy académico? Entonces digámoslo sencillo… lávense las manos por favor.

Tercero, no olviden por ningún motivo el distanciamiento social. 2 metros es la medida. Entonces, si va a salir a buscar los regalos para navidad por favor cuide y guarde su distancia; ahora, si va a sacar los pasos prohibidos, que sea con el núcleo de personas con las que ha compartido los últimos meses y se han cuidado más o mejor que usted, de lo contrario evite por todos los medios la pachanga y el sandungueo. Una cosa más, y este consejo es gratis, el mejor regalo que se pueden dar entre ustedes es el cuidado de las personas cercanas… y si desea regalarse algo, pues que sea el autocuidado.

Cuarto, recuerde que si usted no se cuida y no toma con severidad las indicaciones médicas necesarias para evitar el contagio y además tiene en casa personas mayores de 60 años es muy probable que este sea el último año que escuche junto a ella esa canción “agua-ojo” que dice: me perdonan que me vaya de la fiesta / pero hay algo que jamás podré olvidar/ una linda viejecita que me espera/ en la noche de una eterna navidad. Queremos volver a entonar junto a nuestros seres queridos.

Quinto, no sabemos hasta cuando tendremos pandemia; por eso siempre al llegar a casa, tómese el tiempo para desinfectarse, quitarse la ropa, tomar una ducha y cumplir con los protocolos de asepsia orientados con anterioridad.

Vendrán muchos diciembres… pero vida sólo hay una… ahí les dejo un recorderis no más.